En la sociedad del control, las noticias sobre la violencia abundan, no solo los robos y asesinatos sino también las violaciones son objeto de deseo por todos los medios. Según como se presenta esta realidad, la mujer aparece como una víctima esperando ser rescatada, me pregunto entonces: ¿Cuánto hay en ello de realidad y cuanto de ficción?
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Desde los diarios hasta los noticieros, llegan a nuestros hogares oleadas y oleadas de información sobre la calle y sus peligros. La víctima protagonista: la mujer. Pero ¿Cómo es representada ésta mujer? Un estudio reciente (2001) realizado por la socióloga Esther Madriz titulado “A las niñas buenas no les pasa nada malo” describe dos tipos posibles de víctimas retratadas por los medios masivos de comunicación. Por un lado la víctima “buena” una mujer de familia, estudiosa, con fuerte moral y creencia religiosa, generalmente virgen y de tez blanca, se trata de una mujer de clase media u alta que estaba en el lugar correcto en el momento correcto y que fue violentada por algún vicioso engendro alienado de la sociedad. La segunda víctima es aquella que, según la socióloga, “no merece nuestras lágrimas” y se trata de una mujer “que se lo ha buscado” que utiliza poca ropa, generalmente de etnia latina, afroamericana o india, y que representa lo que la sociedad no es, no posee sus valores y por ello es razonable que sea víctima, se halla en el lugar equivocado en el momento equivocado y es en cierto grado culpable de lo que le ocurra.
El victimario por otro lado es un hombre marginado, sin estudios ni trabajo, sin familia u hogar, de aspecto desagradable y generalmente bajo la influencia de drogas u alcohol.
Podríamos encontrar entonces, dos bandos; el lado de la virtud “blanca” y buena, y el lado oscuro y criminal. Estereotipos típicos que llegan a nuestros hogares a los que inconcientemente les abrimos las puertas y aceptamos.
De pronto nos encontramos justificando el crimen poniéndonos en contra de las víctimas. ¿Nos hemos vuelto nuestras propias enemigas?
¿Acaso tan afianzados están estos estereotipos en la sociedad que somos culpables de prolongarlos y encasillarnos nosotras mismas en víctimas buenas o culpables?
Toneladas de noticias refieren a las mujeres como victimas de violaciones, demostrando que su valor, que nuestro valor, es el sexual. Porcentajes de ataques y lugares intransitables sin la compañía masculina se traducen en lo que Madriz llama “Terrorismo de masas” una construcción desde los medios que reduce cada vez más el espectro de circulación de la mujer. Poco falta para que la casa sea el único hábitat posible para esta especie delicada en aparente extinción.
A cuidarse, a vestirse según se nos es exigido y a estar de la mano de nuestro hombre protector ya sea nuestro padre, hermano o novio/esposo. Los machos se respetan entre machos y no irán tras de estas hembras si se encuentra bajo el dominio de un congénere…en algún momento de la modernidad nos hemos convertido en meras criaturas que requieren cuidado y protección.
Quizás llegue un punto en que las mujeres digamos BASTA a las publicidades de mujeres ultradelgadas y ultracirujeadas, basta al acoso laboral, basta del estereotipo de la mujer “buenita” y la mujer “sensual”, la “madre”, la “vampiriza” o tantos otros.
La mujer aparece hoy día como conjunto de estereotipos y el hombre como promulgador de ellos, el rey de la sociedad, el poseedor de la legitimidad social, el macho alfa del clan y nosotras sus seguidoras y mediante nuestra aceptación mantenemos día a día estos estereotipos casi con más fuerza que antes. Si no podemos cambiar su forma de vernos entonces ¿La aceptamos? No olvidemos que somos nostras quienes nos exponemos a las cirugías, somos nosotras quienes aparecemos semi-desnudas en programas de televisión bailando mientras una tribuna hambrienta de sexo grita groserías, y la mujer se presta y se presta. Todas permitimos que estas representaciones entren a nuestras casas y todas las fomentamos con nuestro accionar diario.
Me pregunto finalmente: ¿Hasta cuando?
Para más información “A las chicas buenas no les pasa nada malo” Esther Madriz editorial XXI, 2001.
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